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Gabriel Oddonde

Socio de CPA Ferrere. Doctor en Historia Económica por la Universidad de Barcelona y Economista por la Universidad de la República (Uruguay). Profesor universitario en UDELAR y ORT. Se ha especializado en la consultoría, como consultor para organismos internacionales, instituciones y gobiernos en Uruguay y América. Ha publicado trabajos sobre economía política, crecimiento económico y comercio internacional.

junio 14, 2012
Los riesgos de fragmentar la conducción económica: lecciones argentinas

¿Por qué el clima económico se ha deteriorado con tanta rapidez en Argentina?
Porque las expectativas de los agentes se han visto severamente afectadas, como si fuera inminente un evento económico grave.

¿Qué explica el deterioro de las expectativas en Argentina?
Dos cosas. Primero, un empeoramiento de su escenario externo relevante, que viene dado por la apreciación del dólar a nivel global (lo que amenaza los precios agrícolas) y por la desaceleración pronunciada de la actividad en Brasil. Segundo, y más importante todavía, una gran desconfianza sobre la conducción económica.

¿Por qué aumentó la desconfianza sobre la conducción económica argentina?
Porque la orientación general de la política económica se ha radicalizado hasta límites no anticipados y porque la implementación y la comunicación de las medidas se realiza en un marco de notoria improvisación. Ello es atribuido a un creciente aislamiento y falta de liderazgo de los responsables políticos de la gestión económica.

Es que en la actualidad no se percibe con claridad quién es el responsable de diseñar, coordinar y ejecutar la política económica. El Ministro de Economía, Hernán Lorenzino luce invisible comparado con el protagonismo visceral de su Viceministro Axel Kiciloff y con la frenética actividad del Secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno. Como si fuera poco, las opiniones casi siempre extravagantes de la Presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, confunden a propios y extraños.

En este contexto, es la Presidenta de la Nación, Cristina Fernández, quien ha debido asumir un rol protagónico en la comunicación y presumiblemente en la coordinación de las acciones de política económica. Ello debilita el marco institucional, en tanto el Jefe de Estado queda excesivamente expuesto a las repercusiones políticas de eventos económicos.

¿Qué debemos aprender en Uruguay de la experiencia Argentina reciente?
Una difusa delimitación de competencias entre funcionarios y organismos dificulta la comprensión de la orientación general de la política económica, alienta la descoordinación de acciones y, sobre todo, impide la trasmisión de mensajes claros y consistentes acerca de los fundamentos de cada medida. Esto último es vital en una economía de mercado, especialmente en momentos de mayor incertidumbre como el actual.

La unidad de mando es, por tanto, clave para que la política económica sea percibida como sólida y resulte creíble. Debido a ello, en casi todo el mundo existe un único responsable político dentro del Poder Ejecutivo que responde con su cargo por la integralidad, consistencia y eficacia de la política económica. Ello protege, al menos parcialmente, a la investidura presidencial de los avatares económicos.

¿Por qué es importante no debilitar la conducción económica en Uruguay hoy?
Al menos por dos motivos. Primero, el país se apresta a ingresar en un período dominado por turbulencias financieras agudas a raíz de la, a esta altura inevitable, ruptura del euro, algo que tendrá consecuencias relevantes sobre los precios de los commodities, el nivel de actividad y los precios en Brasil, así como la estabilidad macroeconómica en Argentina.

Ello requerirá mayor consistencia entre las políticas fiscal, monetaria y de ingresos en nuestro país. Segundo, Uruguay asiste en la actualidad a negociaciones complejas derivadas de la voluntad de Argentina (y tal vez de Brasil) de elevar hasta el 35% el Arancel Externo Común del Mercosur. Negarse a acompañar la iniciativa, única posición razonable, abre una extensa y delicada agenda de negociación que requiere una estrategia general, un mando único y mecanismos de coordinación ágiles y eficaces entre diferentes ámbitos de la administración.

¿Es riesgoso revisar la delimitación de competencias en materia de conducción económica en este momento?
Sí, sí lo es. En las últimas semanas hubo declaraciones públicas que permiten presumir diferencias en el gobierno sobre la delimitación de competencias institucionales para la formulación e implementación de algunos capítulos de la política económica. Independientemente de los motivos que puedan fundamentar las distintas posiciones, es necesario subrayar que éste no es el momento oportuno para proponer esta discusión. Ingresar en este debate hoy puede distraer la atención de los responsables de la conducción económica, algo que podría afectar la capacidad del gobierno para elegir a tiempo respuestas consistentes ante circunstancias adversas.

Probablemente, el momento que se apresta a vivir la actual administración es el que requiere de mayor concentración, para contar con una estrategia consistente única y una gestión coordinada profesionalmente. Los tiempos que nos tocarán vivir no darán espacio para el aprendizaje. Por ello, no es el momento de alentar una colegiación de la conducción económica. La experiencia argentina reciente muestra que la fragmentación de la conducción en tiempos turbulentos estimula la pérdida de credibilidad sobre la política económica. Lamentablemente, la historia del Río de la Plata enseña que cuando se pierde la confianza en la política económica, recuperarla cuesta mucho.

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